Capítulo III
Ni bueno, ni bonito: ¡obligatorio!

En octubre de 2020, el gobierno de Gran Bretaña informó que casi 16.000 nuevos contagios del coronavirus no habían sido registrados en el conteo nacional1 debido a una falla en la transferencia de un archivo muy pesado de Excel –error que típicamente le ocurriría a un contador aficionado. La falla en la incorporación de los casos no registrados en el rastreo de contactos sobre la población fue asociada a más de 125.000 contagios adicionales y más de 1.500 muertes2 en la sexta economía más grande del mundo.

El caso ilustra tres puntos clave sobre la transformación digital. Primero, el impacto directo que tienen las tecnologías de la información en la salud pública puede ser de vida o muerte. Segundo, las implementaciones a medias con soluciones ad hoc, sin una visión intencional y a largo plazo, que no integran todos los elementos y actores requeridos, causan graves daños. Por último, el “ahorro” de la inversión pública si estos procesos no se implementan debidamente (al no implementar estos procesos con el enfoque y las herramientas adecuados) sale caro en el futuro, al igual que la inversión desinformada y sin planificación estratégica.

El acuerdo sobre la importancia de la transformación digital es global, unánime y ha sido suscrito al más alto nivel político.

Las tecnologías de información forman parte de 10 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. En el ámbito sanitario, en 2018, el compromiso fue validado por más de 100 presidentes y autoridades de alto rango en la Conferencia Internacional de Astaná, liderada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef. En 2021, 49 países y territorios ratificaron la Hoja de ruta para la transformación digital del sector de la salud en la región de las Américas y la OPS delineó 8 principios en los que enmarcar estos procesos.

En mayo de 2018, todos los Estados miembros de la OMS aprobaron una resolución sobre salud digital cuya visión consiste en “mejorar la salud de todos en todas partes al acelerar el fomento y la adopción de soluciones de salud digital centradas en las personas que resulten adecuadas, accesibles, asequibles, escalables y sostenibles para prevenir, detectar y responder a epidemias y pandemias, desarrollando infraestructuras y aplicaciones que permitan a los países utilizar los datos sanitarios en aras de la promoción de la salud y el bienestar, y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionados con la salud y las metas de los tres mil millones de personas del 13. Programa General de Trabajo de la OMS, 2019-2023”.3

Aun así, ALC ha permanecido rezagada. En términos de salud, solo 11 países de la región cuentan con una legislación que define y valida la historia clínica electrónica, y solo 14 de los 26 países analizados cuentan con una estrategia de salud digital.4 Al mismo tiempo, los sistemas de información de salud en ALC están aislados, fragmentados, desfinanciados y subutilizados.

En esta coyuntura, los países tienen dos opciones principales. La primera es seguir haciendo lo mismo, es decir, adoptando herramientas sin una visión integral de cómo la tecnología puede mejorar la gestión del sector, para tratar de atender problemas inmediatos. La segunda es incorporar estratégicamente las tecnologías, procesos y habilidades específicas a las necesidades de cada país, integrando la visión y participación de todas las partes involucradas y asumiendo el compromiso político y económico a largo plazo de rediseñar los sistemas de salud.

Es posible que, en la grave crisis económica actual, algunos países consideren seguir con el enfoque tradicional. Sin embargo, las duras lecciones de COVID-19 apuntan con sentido de urgencia hacia un solo camino: el de emprender transformaciones digitales para contar con sistemas sanitarios nacionales de calidad, eficientes y equitativos que promuevan el bienestar continuo de su población. Avanzar hacia la cobertura universal de la salud implicará para la región incrementos en el gasto público en los próximos años debido al envejecimiento de la población, la evolución de los precios y la creciente disponibilidad de la tecnología.5 Más que nunca, será esencial tener una idea clara de cómo y en qué se gastan los recursos en salud, pero sin sistemas de información de calidad, hacerlo será imposible. Las inversiones en transformación digital de la salud pueden desempeñar un papel clave al controlar el incremento en el gasto y al apoyar la asignación de recursos de una manera más eficiente.6

Referencias:

1 Pan Pylas, “G. Bretaña: Detectan 16.000 casos de COVID-19 no reportados”, AP News, 5 de octubre de 2020, https://apnews.com/article/noticias-98d2228e659973af7e38001c04944565.
2Thiemo Fetzer y Thomas Graebe, “Does contact tracing work? Quasi-experimental evidence from an Excel error in England”, (CAGE working paper, University of Warwick, 2020). https://warwick.ac.uk/fac/soc/economics/research/centres/cage/manage/publications/wp.521.2020.pdf.
3Organización Mundial de la Salud (OMS), Estrategia mundial sobre salud digital 2020–2025, (Ginebra: OMS, 2021).https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/344251/9789240027572-spa.pdf?sfvrsn=4b848c08_4
4 BID, “Mapa normativo de salud digital”, https://socialdigital.iadb.org/en/sph/dashboard.
5 William Savedoff et al., “Documento de Marco Sectorial de Salud”, (Washington D. C., BID, 2021), 6. https://idbdocs2.iadb.org/wsdocs/getdocument.aspx?docnum=EZSHARE-1348179246-4.
6 Los intercambios de información de salud, por ejemplo, encontraron reducciones en la duplicación de tomografías computarizadas de 59%, de 44% de ultrasonidos y de 67% de imágenes de rayos X. (Ver: Eric Lammers et al., https://www.jstor.org/stable/24465841. Una revisión sistemática de intercambios de información concluye que el 60% de los estudios registraron mejoras en la calidad y eran costo-efectivos. (Ver Farahnaz Sadoughi et al., https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0169260718300907).