Más allá de la
normalidad

El COVID-19 y los sistemas de salud en
América Latina y el Caribe

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Efectos duraderos: servicios de salud, salud y gasto

La prestación de servicios de salud aumentó en 2021, pero en muchos casos no ha regresado a los niveles de la prepandemia. Las alteraciones de los servicios afectaron a algunas enfermedades casi inmediatamente; por ejemplo, en los últimos dos años murieron más personas con enfermedades crónicas avanzadas y cánceres de lo que hubiera ocurrido si esas personas hubieran contado con la atención adecuada.

En otros casos, los efectos de las disrupciones de los servicios de salud pueden no ser evidentes por muchos años. Por ejemplo, las pruebas de detección de cáncer cervical cayeron 70 % en México, 28 % en Paraguay y 60 % en El Salvador (Bancalari et al., 2021; Doubova et al., 2021; Tullo et al., 2020).Como consecuencia, muchos cánceres no serán detectados o serán detectados en etapas más avanzadas, aumentando la complejidad y los costos del tratamiento, así como la mortalidad (Ward et al., 2021).  

La pandemia también afectó la salud mental. En el mundo, la prevalencia de la depresión y la ansiedad aumentaron un 7,6 % y un 25,6 % respectivamente (Santomauro et al., 2021), especialmente entre las mujeres, los trabajadores de la salud y las personas con condiciones crónicas o enfermedades psiquiátricas  (González Ramírez et al., 2020; Pappa et al., 2020; Xiong et al., 2020). Además, la pandemia dejó a la región con una nueva categoría de enfermedad, el COVID persistente, definido como tener síntomas que perduran por más de cuatro semanas. En estos casos de COVID-19, los síntomas más comunes que se han documentado incluyen fatiga, dolores de cabeza y desórdenes de la atención (Nota técnica: Más allá de la normalidad, 2022). Así, la región debe hacer frente a la pandemia del COVID-19 mientras reconstruye el sistema de salud normal y aborda simultáneamente los nuevos desafíos.

Las enfermedades respiratorias son el único tipo de enfermedad que pudo haber mejorado sustancialmente durante la pandemia. La mayoría de los países tuvo menos muertes por enfermedades respiratorias. Las muertes por enfermedades del sistema respiratorio cayeron abruptamente en El Salvador (54%), Brasil (28%) y Chile (26%) (Nota técnica: Más allá de la normalidad, 2022), probablemente como resultado secundario de las medidas preventivas tomadas contra el COVID-19, como el uso de mascarillas, el lavado de manos y el distanciamiento social.

La pandemia tendrá efectos duraderos sobre el gasto en salud. En total, el gasto de los gobiernos por la pandemia aumentó los déficits fiscales de la región. Los niveles de deuda aumentaron desde un promedio del 58 % del PIB en 2019 al 72 % en 2020 (Cavallo & Powell, 2021). Se espera que el crecimiento acelerado de los déficits y de la deuda afecte los recursos disponibles para la salud pública en 2022 y en adelante. Efectivamente, las proyeccionesrecientes del Fondo Monetario Internacional muestran un panorama mixto en relación con la capacidad de los países de aumentar su gasto público per cápita —incluyendo el gasto en salud— por encima de los niveles prepandémicas en los próximos dos años (Kurowski et al., 2021).

Los países seguirán enfrentando presiones para aumentar el gasto en salud en el futuro cercano. Incluso antes de la pandemia, se esperaba que el gasto en salud aumentara en respuesta al crecimiento poblacional, el envejecimiento, la creciente prevalencia de enfermedades crónicas, la inflación médica y el uso de tecnologías de salud nuevas y más caras. Se proyecta que en los próximos años el gasto en salud per cápita aumentará entre un 2% y un 3% por año en América Latina y más de un 4% por año en el Caribe (Rao et al., 2022).

Es probable que los gastos relacionados con el COVID-19, junto con la necesidad de un gasto público más consistente en funciones de salud pública tales como las de vigilancia epidemiológica y preparación de emergencias, hagan aumentar aún más esas estimaciones. En este escenario desafiante, los países deberán encontrar maneras de expandir los ingresos (por ejemplo, con impuestos a productos nocivos para la salud) y aumentar la eficiencia del gasto en salud.